jueves, 3 de diciembre de 2015

Historia de John Freddy Vega

A sus doce años, John Freddy Vega no era uno más de los estudiantes colombianos. Tenía la curiosidad, como muchos, de investigar cosas por internet y venderlas al mejor postor. En su barrio la serie animada que tenía atrapados a todos sus amigos era Pokemón, él decidió imprimir los dibujos y descripciones de todas las criaturas animadas, redibujarlos a mano y venderlos. Con su mejor amigo creó un juego donde con las tarjetas y dados realizaban batallas al estilo de la serie animada.
“Fue muy accidental pero fue un negocio que, para tener 12 años, me abrió mucho la mente en la época y el poder igualador que tenía Internet para que cualquier persona pudiera, con una buena idea, acceder al mismo nivel de conocimiento del mundo entero y crear cualquier cosa”, cuenta vega y en referencia a las fichitas que armó para la venta dice: “espero que Nintendo no me demande cuando sepa lo que hice hace tantos años (risas)”.
Siempre quiso crear juegos desde niño. Creció escuchando las historias de Bill Gates, Steve Jobs, pero también de gente menos conocida como John Carmack creador de Doom y de grandes ejemplos del pasado distante como Prince of Persia. “Crear juegos se me hacía increíble, crear arte interactivo. Eso me llevó a investigar qué se necesitaba y descubrir que aprender a programar y conocer la tecnología a fondo, era el camino”. Al final del día no hago juegos todo el tiempo, pero fue ese empuje el que me llevó a amar la web y crear una empresa que le lleva a la gente el mejor conocimiento profesional para llevar cualquier idea a internet.
El negocio de las tarjetas de Pokemón se acabó cuando las madres de los más de 50 clientes que tenía comenzaron a odiarlo. Para esa época se presentó el caso de dos niños que sufrieron de epilepsia por problemas asociados al programa. “Recuerdo que tres madres fueron furiosas a hablar con mi mamá y a prohibirle a sus hijos hablarme. Mi madre me defendió como campeona pero perdí todos los clientes. Y así aprendí de intervención del gobierno al pequeño empresario”, dice.
A los 17 años le apostó a la tecnología y creó una comunidad online dedicada a compartir conocimiento avanzado de tecnología, en especial en diseño interactivo para la web. En el primer mes llegó a mil visitas únicas diarias y en el primer año a un millón de visitas únicas mensuales, fue así como nació Crsitalab. “Al día de hoy Cristalab no es mi principal empresa, pero sigue fuerte y exitosa, con dos millones de visitas únicas mensuales”.
En 2012 este joven emprendedor se unió con su competidor principal, Christian Van Der Henst de Maestros del Web y fundó en Estados Unidos y Colombia una empresa llamada “Mejorando.la”. Según la opinión de John Freddy esta es la ‘mejor’ plataforma de cursos online que lleva a la gente educación profesional en tecnología del nivel que la academia tradicional no puedo alcanzar.
Al día de hoy  decenas de miles de personas hacen cursos en Diseño Web, Frontend y Backend profesional, Estrategia Digital y Marketing online, diseño y programación de apps para iPhone y Android, entre otros.
Mejorando.la en el 2013 generó $2.300 millones de pesos en ganancias. Cuenta con veinte empleados en Colombia y otros en México, Perú, Argentina y Estados Unidos. “El chiste interno de la empresa es que somos una pyme multinacional”, agrega Vega.
La clave del éxito para John Freddy Vega, consiste en ofrecer conocimiento de Sillicon Valley, Harvard o Stanford a personas que quieren pagar costos módicos. “Con $50 mil pesos al mes, se tiene clases en vivo, diplomas de certificación, y acceso a la más activa comunidad de profesionales de la web hispana ayudando a todos los estudiantes”.

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Historia de Alex Henríquez

La historia de emprendimiento para Alex Henríquez, más conocido como Alex Torrenegra, comienza desde temprana edad. Era 1982 y a sus 4 años, su abuelo materno le dejó jugar con uno de los primeros computadores que había en Bogotá. “No sé qué modelo era, probablemente una Commodore 64”, cuenta.
 A sus 14 años tuvo la idea de solicitar un crédito bancario para comprar un computador. Sabía que el éxito estaba en hacer trabajos a computador ya que eran pocos los que tenían acceso a ellos desde sus casas.
Le pidió el favor a sus amigos de imprimir unos carteles por todo su barrio en los que invitaba a la gente a pagar por sus servicios de redactor. Se dio cuenta que le gente sí llegaba a su casa a cotizar precios. Aunque no tenía un computador todavía, sí tuvo acceso a información de cuánto podía cobrar por pasar un trabajo, la tinta y el costo de la resma de papel. Dedujo que trabajando por dos años al salir de la escuela, podría cumplir con las cuotas del crédito.
Una tarde, decidió acercarse a un Banco de Bogotá donde hacía unos años había abierto una cuenta de ahorros, La famosa “Cuentahorrito”. La encargada de dar información le dijo amablemente que era un niño y que los créditos se le daban a los adultos. Indignado, Alex salió con la confianza por el piso, hasta que se le apareció su ángel de la guarda.
“Cuando iba saliendo del banco alguien me detuvo. Era una mujer muy bien vestida, me preguntó si yo era la persona que estaba pidiendo un préstamo. Respondí afirmativamente. Me pidió que la siguiera, así hice y me llevó a una oficina grande, en el segundo piso, en la parte de atrás del banco. Ella me explicó que era la gerente del banco”.
Luego de hacerle mil preguntas, la persona que le cambiaría la vida al aficionado de la informática decidió otorgarle el crédito a un solo año. Salió con $820 mil pesos directo a pagar su computador de escritorio. A los pocos días le llevaron su tan deseado objeto a la casa, fue allí cuando decidió fundar su primera compañía, se llamó Apache A-X Cibernetic Enterprises, Limitada y contaba con un solo empleado trabajando a medio tiempo: Alex Henríquez.
El negocio fue un éxito pero para no atrasarse en el pago de las cuotas debía trabajar hasta la madrugada y sin descanso los fines de semana. Doña Maria Emma Torrenegra, fue tan influyente en esta parte de la historia, que Alex se cambió el apellido en honor a ella. A partir de este momento se llamará Alex Torrenegra y no Alex Henríquez.
Con 82 años, la señora Torrenegra le dijo a su nieto que quería ayudarlo y para ello aprendió a utilizar el WordPerfect. Le ayudaba a transcribir en las noches mientras Alex caía rendido a descansar. El único problema: no sabía cómo guardar los trabajos por lo que acordaron que doña Emma dejaba encendido el computador y el estudiante se levantaba en las mañanas para darle  ‘Ctrl+S’.
Pasó un año y el negocio le dio para pagar su computador, al realizar la última consignación, el cajero le dijo que la fecha estaba mal y que el número de cuenta no correspondía con una cuenta que él tuviera a su nombre. La única cuenta que tenía, la había abierto años antes, pero no había un préstamo relacionado con ella. Alex cuenta que años más tarde entendería que la entonces gerente de la sucursal bancaria se compadeció con su caso y decidió hacerle un préstamo con su dinero personal. “Creo que ella fue mi primera inversionista ángel, con todo el sentido de la palabra. Me encantaría invitarle un helado y darle las gracias”.
Siendo bachiller, Torrenegra se dio cuenta que el negocio de la transcripción de trabajos no era como antes. Empezó a arreglar computadores lo cual representó toda una odisea para él ya que en el proceso de aprendizaje fundió partes costosas y dañó tarjetas madre por montones. “Finalmente aprendí y el negocio creció. En 1998 ya tenía 25 personas en mi equipo”.
Estando en su empresa, Alex Torrenegra conoció al amor de su vida, Tania Zapata quien se desempeñaba como conductora de programas radiales.
En 2001 llegaron a Miami y estuvieron por un tiempo buscando oportunidades laborales sin éxito. Un día no muy lejano a aquellas fechas decidieron montar su propia agencia de talentos de voz en línea, una idea innovadora pero arriesgada. Fue así como dos años después, crearon Voice123, una compañía que le permitía a profesionales de la locución, ser descubiertos para anuncios publicitarios, radio o películas.
Si usted recuerda la voz de Buzz Lightyear en español seguramente no sabrá que se trata de Javier Peña, profesional español en el manejo de la voz que consiguió este trabajo por medio de la compañía que cofundó Torrenegra.
Actualmente cuentan con un equipo de 30 empleados y cerca de 150 mil talentos de doblaje de voz en su plataforma operando en casi 50 idiomas. Sus clientes incluyen empresas como Pixar, Rosetta Stone, AT & T, Pandora y Electronic Arts, entre otros.
De ahorrar prácticamente un año para pagar $850 mil pesos, este emprendedor asegura que, en la actualidad, Voice123 alcanzó operaciones por $35 mil millones de pesos.
“En el 2011 cambiamos el nombre de nuestra compañía a Bunny Inc. Voice123 sigue siendo el nombre de uno de nuestros servicios. En el 2011 también lanzamos VoiceBunny. VoiceBunny y Voice123 ofrecen voices profesionales, pero cada uno tiene modelos de negocios diferentes, cuenta.
Ya con algo de su futuro solucionado, creó Torrenegra Labs, una incubadora con la cual apoyan a otros emprendedores y experimenta con nuevas ideas que se le ocurren. Es uno de los promotores incansables del espíritu empresarial en el país. En 2012 recibió el premio al innovador del año que entrega la Universidad de Massachusetts y cree que la clave para llegar al éxito es simple: “Saberse rodear de personas más capaces que uno. Yo no habría logrado nada de lo que he hecho, de no ser por el equipo que logré conformar.

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